Cádiz, mi ciudad, es una ciudad que aún conserva la magia de lo entrañable y cercano y donde toda ella vive al ritmo de barrio.

Es una ciudad pequeña, provinciana, pero por ello es una ciudad clara y directa, abierta y sin dobleces.

Las tiendas, las de siempre se entiende –porque las “modernas” franquicias son todas iguales y ya no tienen encanto, han cambiado el toque personal y humano por el diseño- reflejan cada una la personalidad e inquietudes de quienes en ella pasan gran parte de su tiempo, llenándolas de aquellas cosas que les dan sentido a sus vidas.

Una de estas tiendas es todo un muestrario de sabiduría: su mostrador está rodeado de frases de “filosofía popular”, que no es tan popular porque tiene enseñanzas de Pitágoras, Séneca y otros grandes filósofos, eso sí todos sin firma, junto a refranes de gran sentido común.

Estaba embobado leyendo las frases, en ese mostrador de cristal limpio y transparente y lleno de luz, como lo es toda la tienda y la simpatía de sus dependientes, cuando no pude evitar mi admiración por todo lo que estaba aprendiendo en un momento, así como la pena de que dichas enseñanzas y ejemplos hoy no se vivan.

El dependiente que me atendía me señaló las frases que a él más le llegaban, y yo correspondí indicándole las mías, pero me señaló un folio que estaba más apartado y me dijo: “Pues éste escrito sí que es una gran verdad. Hoy que tanto se habla de “Educación para la Ciudadanía” nos olvidamos de la importancia del ejemplo de los padres”.

Y aquí va este decálogo de consejos prácticos para los padres:

NO ME DES TODO LO QUE TE PIDO.
A veces sólo pido para saber hasta donde puedo coger.

NO ME DES SIEMPRE ÓRDENES.
Si en vez de órdenes a veces me pidieras las cosas, yo lo haría con gusto y mejor.

CUMPLE LAS PROMESAS, BUENAS Y MALAS.
Si me prometes un premio, dámelo; pero también si es un castigo.

NO ME COMPARES CON NADIE, ESPECIALMENTE CON MI HERMANO O MI HERMANA.
Si tú me haces sentir mejor que los demás, alguien va a sufrir; y si me haces sentir peor seré yo quien sufra.

NO CAMBIES DE OPINIÓN TAN A MENUDO SOBRE LO QUE HE DE HACER.
Decide y mantén tu decisión.

DEJA VALERME POR MI MISMO.
Si tú haces todo o decides por mi, yo jamás podré aprender.

TRÁTAME CON LA MISMA AMABILIDAD Y CORDIALIDAD CON QUE TRATAS A TUS AMIGOS.
Porque seamos familia no quiere decir que no podamos ser también amigos.

NO ME DIGAS QUE HAGA UNA COSA CUANDO TÚ NO LA HACES.
Yo aprenderé lo que tú hagas, aunque no me lo digas. Pero nunca haré lo que tú digas y no haces.

NO DIGAS MENTIRAS DELANTE DE MI, NI ME PIDAS QUE LO HAGA POR TI.
Aunque sea para sacarte de un apuro. Me haces sentir mal y perder la fe en lo que me dices.

CUANDO ESTÉS EQUIVOCADO EN ALGO.
Admítelo y crecerá la opinión que yo tengo de ti, y así me enseñarás también a admitir mis equivocaciones.

CUANDO TE CUENTE UN PROBLEMA MÍO.
No me digas “no tengo tiempo ahora” o “eso no tiene importancia”. Trata de comprenderme y ayudarme.

Y, ¡cómo no!, el señor de la tienda de mi barrio tenía razón: ¡Es una gran verdad! Y es por esto y por muchas cosas que ya iré contando por lo que me gustan las tiendas de barrio de Cádiz, pues en una multinacional o una franquicia “chick” ni te da tiempo de conocer al personal, casi todo con contratos temporales, y mucho menos te encuentras una cita de Platón o de Confucio.

Y es que, como está esrito en una pizarra de un bar restaurante del barrio de La Viña, cuna del carnaval gaditano, “HAY COSAS QUE NO BASTA CON HABERLAS APRENDIDO PARA HACERLAS BIEN. Séneca”.

Javier Saura

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