Este día, con una conferencia bajo el título “Para qué un Día Mundial de la Filosofía”, hizo su ingreso como ateneísta D. Francisco Javier Saura Vílchez, abogado, escritor y filósofo.

Corresponsal de la revista “Esfinge, Cuadernos de Cultura” y director en Cádiz de la Asociación Cultural Filosófica Nueva Acrópolis, quien fue presentado por D. Carlos Payán, vicepresidente del Ateneo.
En su presentación el Sr. Payán hizo mención de la importancia de la Filosofía en el proceso del saber humano y cómo de ser “madre de las ciencias” en la antigüedad, pues todo el saber quedaba comprendido bajo la Filosofía, pasó a quedar prácticamente relegada al olvido en la actualidad, siendo considerada casi exclusivamente como un discurso intelectual.
Continuando con las palabras del Sr. Payán, el Sr. Saura inició su conferencia, de la cual exponemos una síntesis, reivindicando el carácter práctico de la Filosofía tal como se concebía en la antigüedad, donde el filósofo no sólo se planteaba preguntas sino que, fundamentalmente, buscaba soluciones y las aplicaba, siendo la Filosofía “una forma de vida” que conjuga armónicamente pensamientos, emociones y actos. Y el factor que mueve al filósofo es el humano, de ahí que sus preguntas, reflexiones y actuaciones han de ir en relación al hombre, en encontrar aquellas actitudes y comportamientos propios del ser humano y que nos ayuden en nuestra búsqueda de perfección, o evolución, tanto personal como colectiva.
La Filosofía nos sirve para provocar un reencuentro con nosotros mismos y con los demás, pues somos seres sociales por naturaleza; y que este reencuentro se realice desde la voluntad consciente, extrayendo cada cual lo mejor de sí mismo. Si Filosofía es “amor a la sabiduría” no podemos buscar una “sabiduría sin amor”, y es este “amor” como fuerza de unión lo que nos tiene que llevar, desde nuestro propio centro individual, a acercarnos a los demás y a la Naturaleza, siendo el egoismo y el egocentrismo las dos actitudes antifilosóficas por excelencia.
La Filosofía nos permite reconocer los VALORES que son la base de nuestro desarrollo como personas y como ciudadanos. Si llamamos VALOR a aquello que es valioso para nosotros y para los demás, aquellas cosas que realmente son importantes en la vida -y no sólo el reconocerlas: ¡vivirlas!- la Filosofía adquiere una nueva dimensión pues nos impulsa a poner en práctica aquellas cosas que sabemos que son buenas. Y hay que vivirlas porque no hay mejor forma de enseñanza que el ejemplo, ni mejor forma de cultivarlas y aumentarlas que practicándolas, tal como enseña Aristóteles: la vida moral es una cuestión de práctica. ¿Es que hay otra fórmula? ¿Cómo se ama? ¡Amando! ¿Cómo se es amigo de alguien? ¡Practicando la amistad! Como dice el viejo refrán: “Obras son amores, y no buenas razones”.
Hoy asistimos a un momento de consumismo y esto nos ha provocado que dediquemos nuestra energía a tener cosas: nuestra preocupación es tener muchas cosas, a ser posible de calidad. ¿Y dónde hemos dejado la CALIDEZ? Lo técnico desplaza a las humanidades y hasta han peligrado su existencia en los planes de estudio. Desde este día, el Día Mundial de la Filosofía, reivindicamos la necesidad de poner la técnica al servicio de la Humanidad y no de unos pocos; la imperiosa necesidad de practicar la fraternidad, aquella que, con palabras de la escritora Delia Steinberg Guzmán, nos hace “ponernos en el lugar del otro lo más rápidamente posible”; de vivir los valores con valor ante la vida y sus circunstancias; vivir el ser humano que somos, en vez de aparentar lo que no somos; desarrollar un criterio propio frente a las modas o a los intereses; intentar acercarnos a lo bueno, lo bello y lo justo.
¿Por qué la UNESCO eligió el tercer jueves de noviembre de cada año para celebrar el “Día Mundial de la Filosofía”? La respuesta es obvia: ¡Porque no se vive la Filosofía!
Y la Filosofía sirve, entre otras muchas cosas, para mejorar el mundo a través de mejorarse uno mismo, pues no olvidemos que son los seres humanos los que hacen la Historia. Así de sencillo, así de difícil y así de extraordinario: Según somos nosotros así es nuestro mundo.