Todo el proceso mágico de mesoamérica surgirá en torno al concepto de “ciudad”, tal como señalamos en este artículo “LA COSMOVISIÓN DE MAYAS Y AZTECAS”, y próximos.

La ciudad es la única que puede convertirse en el Eje de la Creación y, por tanto, conectar a los hombres con los dioses, los antepasados y las fuerzas que mueven la Naturaleza, cumpliendo así su destino celeste de ayudar a los dioses en su eterna tarea. Y, a un nivel más íntimo, ese proceso se repetirá en cada agrupación familiar o conjunto de casas que constituyen la unidad familiar.
Para poder alcanzar los objetivos antes expuestos será necesario construir la ciudad a imagen del cielo, repitiendo en la Tierra el esquema Celeste que se pretende imitar. Microcosmos dentro de un macrocosmos más amplio como es el del teritorio que le rodea, la ciudad así concebida como espejo del cielo pone de manifiesto el carácter de sus fundadores y moradores:
       A- El profundo sentimiento de lo sagrado y el compromiso ritual de repetir en la Tierra las leyes de los Cielos o Dioses. Frente al caos reinante la nueva ciudad se compromete por sus dioses y antepasados a ser un lugar de orden y armonía, de justicia y piedad, de cultura y elevación tanto personal como espiritual. No es un lugar donde refugiarse, sino un trampolín desde el cual desarrollar los valores humanos a través de las leyes sagradas.
       B- Este compromiso de repetir el esquema sagrado de la Creación obliga a sus habitantes, inexcusablemente, a comportarse a la altura de dicha exigencia. Están llamados a cumplir altas metas; tienen lo que llamaríamos “un compromiso histórico” que les da una visión más amplia de la vida y de la humanidad, no quedándose en la ciudad-estado y buscando la forma de hacer llegar su visión del mundo a otras gentes.
       C- Al igual que el proceso de la Creación no es fácil y pasa por numerosas dificultades que son vencidas gracias a la constancia, el ingenio y la audacia, quienes pretendan repetir la Creación han de ir superándose continuamente gracias a una gran disciplina interior, un fuerte sentido moral, gran capacidad de adaptación, una profunda reflexión y celeridad de acción y, sobre todo, un elevado estado de ánimo. Si analizamos estas características veremos que estas son las que priman en aquellos que alcanzan sus objetivos, ya sean personas individuales o naciones.
Como CENTRO o EJE, la ciudad recoge las fuerzas de la Tierra, del Cielo y del Inframundo. Y dichas fuerzas se manifiestan a través de los grandes accidentes geográficos: cuevas, montañas y ríos principalmente, así como del ciclo de la vida representado especialmente en el ciclo del maiz, al cual todos los pueblos de mesoamérica dedicaron una especial veneración pues, según sus tradiciones, sus semillas fueron robadas del Inframundo por el propio dios Quetzalcoatl, quien se las dio a los hombres para librarlos del hambre.
Las grandes montañas estarán representadas por las Pirámides rituales que se construyen en la ciudad. En maya vits indica tanto una montaña como una pirámide. Y en el caso de los aztecas, en su Templo mayor dedicado al dios de la guerra, Huitzilopochtli, y al dios del mantenimiento de la vida, Tlaloc, dicha pirámide recoge las energías de las dos montañas consagradas a ambos dioses: Coatepec, la Montaña de las Serpientes, lugar mítico donde Huitzilopochtli nada más nacer se enfrentó con su hermana, la materia caótica y desordenada, salvando al Universo de la destrucción. Y la Montaña de Tlaloc, cerca de la actual ciudad de México, donde había un santuario al que acudían en peregrinación los reyes mexicas, en el mes de abril, para solicitarle al dios la llegada de las lluvias; según describen las crónicas españolas dentro del templo estaba la gran figura del dios, rodeada de otros ídolos más pequeños semejantes a él, y situados en la misma orientación que los cerros y montañas que rodean la Montaña de Tlaloc, siendo llamados dichos idolillos con los mismos nombres con los que se conocen dichos cerros y montañas. Señalar que para los aztecas el maiz que roba Quetzalcoatl lo esconde en la montaña de Tlaloc, siendo llamado su templo, tanto en su montaña como en el Templo Mayor de la capital azteca, “De los Mantenimientos (de la vida)”.
La pirámide del Sol de Teotihuacán es la gran montaña del Cielo, con sus cuatro niveles; y la de la Luna es la puerta de acceso al Inframundo.
Tanto para mayas como para aztecas, las cuevas, lugar de acceso al Inframundo, donde residen las energías primarias de la vida y los antepasados (no se trata del infierno cristiano), están íntimamente asociadas a las montañas y, por tanto, a las pirámides-templos. Cuevas es lo que representan las capillas situadas encima de ellas: cuevas donde el rey sacerdote cumple con su función de velar por la seguridad de su pueblo tanto en la guerra como en el alimento, pero para ello ha de contar con el auxilio de los reyes antepasados, los ancestros, y de los dioses. La cueva es un lugar de retorno al útero primordial de la madre Naturaleza y de todas la fuerzas primarias que pusieron en marcha el universo, sí, pero también las fuerzas que dieron nacimiento y fuerza al pueblo, los ancestros, representado ahora por su rey-sacerdote. Cueva u ombligo sagrado es lo que representa el pozo situado tras el altar en el templo de Tlaloc, tanto en su montaña como en el Templo Mayor. Cuevas son también algunos palacios mayas que tienen en la entrada unas enormes fauces de un monstruo –el dios de la Tierra- y en ellas hacen sus purificaciones el rey-sacerdote, ya sea para solicitar ayuda o consejo o en ceremonias de renovación.
Para los mayas la realeza está vinculada al ciclo del maíz. El propio dios Kukulkán, el Quetzalcoatl azteca, robó el maíz para alimentar a los hombres, pero también con una mezcla de maíz y agua nos formó, por eso nuestra sangre es de la misma esencia que aquella. El rey-sacerdote es el encargado de proveer a su pueblo del alimento y de actuar de intermediario ante los dioses para solicitar la lluvia, tal como vimos con la peregrinación anual de los reyes mexicas a la montaña de Tlaloc. Y el rey maya se coloca un tocado con un ave, símbolo de la realeza celeste, y mazorcas de maíz, símbolo de la realeza terrestre. El buen gobernante es como el maíz, que crece fuerte y se mantiene joven a pesar de su edad (véanse los bustos del rey de Palenque, Pakal, que habiendo muerto a los 80 años de edad se le representa como un guerreo joven, recordándonos la forma de representar los griegos a sus héroes, como jóvenes en el esplendor de su fuerza), para ello se renueva periódicamente mediante ritos, para seguir dando sustento a su pueblo; pero también como el maíz sabe moverse sin quebrarse según sople el viento de la vida. Y, una vez muerto, el buen sacerdote-rey, como Pakal, será enterrado dentro de una cueva situada en el interior de una montaña mágica, y su cuerpo será depositado en una abertura con forma de útero para que el espíritu del rey entre como una semilla de maíz en la tierra y desde allí siga velando y protegiendo a su pueblo, al lado de los grandes ancestros: esto es lo que representa la tumba de Pakal en la pirámide “de las Inscripciones” de Palenque, por eso aparece en su losa sepulcral sentado sobre el genio de la Tierra y del vientre del rey brota un Árbol de la Vida.
En la actualidad los mayas que conservan sus tradiciones siguen adorando a las fuerzas-dioses de sus antepasados, representadas en forma de cruz con un punto central, y las colocan en los cruces de caminos, laderas de montañas y cimas de montañas (recordar que en maya montaña y pirámide se dice y escribe igual), y las mismas cruces están en el centro de las casa que constituyen el núcleo familiar, colocando sobre ellas ramos de pino verde y flores rojas, representación de la vida salvaje y la domesticada, de los bosques y de la sangre. ¿Y qué les piden? ¡Pues lo mismo que nosotros!: “Señor Madre-Padre que estás en los Cielos, en la Tierra, en las Aguas y en el Aire… danos el sustento del maíz cada día, …perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden y no nos dejes caer en la codicia ni fallar a nuestros antepasados, nuestra familia y a nuestra comunidad, …y líbranos de todo mal”. Y si no es exactamente así, será muy, pero que muy parecido.

Departamento de Investigación
Nueva Acrópolis, Cádiz

 

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