El pasado diez de septiembre recibimos en la sede de Nueva Acrópolis Cádiz al abogado, filósofo y experto en derecho animal Francisco Capacete, que nos presentó su primer libro, “Yo Animal”. En su charla, sencilla y amena, supo transmitir su firme intención de propagar y hacer valer los cada vez más reconocidos derechos de los animales.Yo Animal Cadiz

En su conferencia, el autor habló de cómo, dentro de un mundo lleno de problemas, gran parte de nuestra tristeza y dolor interno vienen por no aprovechar nuestra vida y no poner al servicio de los demás lo que sabemos hacer. En un mundo dominado por el consumismo, el egoísmo y la comodidad, sufrimos de soledad, aunque estemos rodeados de gente. Como ya dijo Diógenes, vivimos rodeados de cuerpos, y no de seres humanos.

Cada uno de nosotros, de manera individual o en pequeños grupos, somos pocos para solucionar los grandes problemas que ya tenemos. ¿Cuántos de nosotros somos los que nos preocupamos por la colectividad, por esa otra ciudadanía que son los animales?

Cambiar es difícil, y aún más evolucionar. Es muy complicado cambiar de mentalidad, amar mejor, pensar con más claridad, tener mayor voluntad de ser. Pero la gran dificultad es dar el primer paso, es querer ser mejor.

¿Por qué hablar de los animales, de su dignidad? ¿Por qué esta necesidad? Ellos ya forman parte de nuestras ciudades, ya son ciudadanos junto con nosotros. Y la política, que es la ciencia y el arte de la convivencia, nos ha de llevar al reconocimiento de estos otros ciudadanos que hacen que nuestras ciudades, a veces nuestras casas y nuestras soledades sean mucho más llevaderas.

Los animales tienen alma, y hace más de 30.000 años deberíamos haberlo reconocido. Y no es una cuestión científica, sino de sensibilidad humana.

Los seres humanos no somos tan distintos de los animales. Ambos nos movemos por dos grandes instintos: conservación y procreación. La inteligencia adaptativa del ser humano es “el alma colectiva de la gente”, parafraseando a Plotino. Según Capacete, los animales también tienen un alma colectiva, y lo que aprende cada animal instintivamente termina por aprenderlo toda su especie.

Hoy, la situación está empezando a cambiar, y se están llevando a cabo reformas de las leyes para con los derechos de los animales en el Congreso. Porque aún hoy, el Código Civil, “reflejo cristalizado de una mentalidad, de una manera de ver la vida en una sociedad”, sigue tratando a los animales como objetos, como a cosas. Así, el mundo animal es actualmente un colectivo desfavorecido ante la ley. Y a estas minorías hay que defenderlas y favorecerlas, porque la protección animal también está en la Constitución.

En palabras del propio Francisco Capacete: “Si no hay un alma no se puede aprender, y si no se puede aprender, no se puede evolucionar.”

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