Todos los jueves de marzo-2006

Ikebana, el arte de “mantener vivas las flores” (hana o ikeru), de hacerlas valer dándoles una nueva dimensión vital, es uno de los logros más sobresalientes de la cultura y la sensibilidad japonesa. También es llamado kado, la “vía de las flores”.

Si en Occidente el hombre es la medida de todas las cosas, en Oriente lo sería la flor. En Oriente el hombre tiende a sentirse dentro del conjunto de la Naturaleza, formando parte de ella como un elemento más. En la planta o la flor, podemos ver como una condensación del universo: vida, color, belleza, variedad, crecimiento, fragilidad, sencillez, entrega, mortalidad, reproducción incesante. En el ikebana, la atención dada a la selección de las plantas y del recipiente utilizado, de la colocación de las ramas, de la relación entre éstas, el recipiente y el espacio circundante, distingue este arte del uso puramente decorativo de las flores. Los japoneses raramente hacen arreglos de flores sin sus hojas o ramas naturales. Muchos arreglos consisten en unas pocas ramas de un árbol o arbusto con algunas pequeñas flores que puedan crecer en la base del árbol. La razón para utilizar otros materiales además de las flores es que los japoneses encuentran más belleza en las formas y el crecimiento de la naturaleza que en los colores.

El objetivo del ikebana no es introducir una parte de la naturaleza en casa, sino sugerir la naturaleza completa creando un lazo entre dentro y fuera. Por esto los arreglos usan diferentes tipos de plantas en una sola composición, dando prominencia a las hojas y a las ramas, tanto como a las flores. Incluso cuando se utiliza sólo un tipo de flor, se intenta alcanzar todas estas implicaciones como símbolo de la naturaleza.
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