Os ofrecemos un extracto de la charla coloquio celebrada sobre este interesante tema.

 

       El Tercer Ojo es un término que circula profusamente por la literatura esotérica, constituyendo un concepto que es ampliamente aceptado por las diferentes escuelas de esoterismo. Pero, también es cierto que cuando se habla del Tercer Ojo no siempre, aquellos que lo hacen, se están refiriendo a lo mismo. No es el propósito de este trabajo desarrollar las distintas versiones del término que tienen las diferentes corrientes esotéricas ni, mucho menos, los numerosos pseudoesoterismos que pululan por los diferentes medios de comunicación, sobre todo por Internet.
       
       De todas las acepciones del Tercer Ojo que están al alcance de aquel que se ocupe del tema, tal vez, la mejor estructurada y desarrollada sea la que dan los teósofos. Concretamente, donde mejor y más profundamente está recogido el concepto es en la monumental obra de H. P. Blabatsky “La Doctrina Secreta”. De sus seis tomos, es en el tercero, “Antropogénesis”, en el que nos habla del desarrollo de las diferentes Razas humanas, donde se ocupa del Tercer Ojo.
       
       Madame Blasbatsky nos cuenta que cuando la Tercera Raza, a la que denomina Lemur,  se hallaba en la mitad de su ciclo evolutivo,  desarrolló el órgano que conocemos con el nombre de Tercer Ojo. Nos dice que, gracias a él, los hombres de entonces podían “ver” su propia parte espiritual y la de los demás, es decir, eran conscientes y podían utilizar no sólo su personalidad o Ego Inferior, sino su espíritu o Ego Superior. Pero es que, además, gracias a ese órgano podían entrar en contacto directo con sus Maestros espirituales, los Manasaputras, recibiendo de ellos esa clase de enseñanzas, de conocimiento, al que, en tiempos posteriores de la historia de la humanidad, sólo tienen acceso los discípulos de las Escuelas Iniciáticas.
       
       Nos dice también H.P.B. que, con el correr del tiempo, y debido al mal uso, al uso egoísta, de las facultades que confería el Tercer Ojo, éste se fue atrofiando progresivamente hasta llegar a desaparecer cuando estaba evolucionando la Cuarta Subraza de la Cuarta Raza, la Atlante.
       
       Bueno, Blabatsky en realidad no nos dice que el Tercer Ojo desapareciera totalmente, sino que se transformó en un órgano que aún poseemos los humanos, aquel que conocemos con los nombres de Glándula pineal o Epífisis.
       
       Pues bien, es en esta glándula en la que nos vamos a centrar a partir de ahora, ya que es a través de ella como podemos relacionar los conocimientos científicos actuales con nuestro perdido órgano de percepción espiritual.
       
       Hagamos primero un poco de historia. Que se sepa, existen informaciones sobre la glándula pineal desde el siglo III a. C., pues fue entonces cuando Herófilo de Alejandría la describió por primera vez. Descartes la calificó en su libro “De Homine” (1633) de tercer ojo y, según él, constituía la sede del alma; además dijo que se encargaba de la percepción del entorno. En 1905, Studnicka estableció que la epífisis derivaba filogenéticamente de un órgano fotorreceptor con función desconocida. En 1958 Aaron Lerner identificó a la principal sustancia que sintetizaba, la Melatonina. En 1965 Axelrod y Wurtman acuñaron el término “transductor neuroendocrino” para describir a la glándula como un órgano que convierte un estímulo nervioso proveniente de la retina y originado por la luz ambiental en una respuesta endocrina, la producción de Melatonina.
       
       Anatómicamente, la epífisis está situada en zona del cerebro denominada  comisura anterior, ocupando una depresión conocida como fosa pineal y se halla unida al techo del tercer ventrículo encefálico por el tallo pineal. Pesa de 100 a 200 mgr. y mide unos 8 mm.
       
       Está formada por unas células llamadas pinealocitos, que tienen una función secretora y una función fotorreceptora, que falta en los mamíferos, si bien éstos la suplen con una función fotosensorial.
       
       La principal sustancia que segregan es la Melatonina, si bien no es la única, pues también producen otras, todas derivadas de la Triptamina y su principal producto la Serotonina, que es uno de los principales neurotransmisores del Sistema Nervioso Central. Las Triptaminas, fundamentalmente la Metiltriptamina, parecen ser las responsables de provocar los efectos visuales del sueño y, curiosamente, se producen en mayor cantidad momentos antes de morir.
       
       Hagamos un inciso para ocuparnos brevemente de las Sustancias Enteógenas. Estos compuestos hacen derivar su nombre del sustantivo “enteógeno”, que significa “lo sagrado está dentro de ti”, o también  “experiencia de dios dentro de uno mismo”. Por tanto las Sustancias Enteógenas se podrían definir como aquellas que despiertan la parte más espiritual o divina que hay en nosotros.
       
       Pues bien, dentro de los numerosos grupos de compuestos químicos que se consideran enteógenos, con los cuales, por cierto, hay que tener mucho cuidado, dado los numerosos efectos perjudiciales que provocan, se hallan las Triptaminas. Estas últimas, obtenidas de una planta, son el componente principal de la Ayahuasca, tal vez la sustancia enteógena natural más potente que se conoce,  que es utilizada por los chamanes amazónicos en sus ceremonias religiosas para ponerse en contacto con los espíritus.
       
       Siguiendo con la Glándula pineal hay que decir que existe una vía nerviosa que la conecta con la retina, pasando por el ganglio cervical superior y el núcleo supraquiasmático. Gracias a ella los estímulos luminosos son capaces de hacer que se produzca Melatonina en los pinealocitos, con la salvedad de que es mucho mayor la cantidad de hormona que se forma durante la noche que durante el día, siendo ésta la causa de sus principales funciones.
       
       Pasemos ahora a referirnos brevemente a las principales funciones de la Melatonina:

    En los ciclos día/noche (ritmo circadiano), la producción de la hormona es alta por la noche y baja por el día. Se considera que su principal función consiste en coordinar o sincronizar los diferentes ritmos biológicos con las horas del día. De este modo, se encarga de regular el ciclo vigilia/sueño y de que los procesos bioquímicos, fisiológicos y de comportamiento sean distintos en las horas diurnas que en las nocturnas. Por este motivo se usa en el tratamiento de situaciones en las que se altera el ritmo biológico normal del sueño, tales como en los que trabajan de noche, en el fenómeno del jet lag de los vuelos transoceánicos y en diversos trastornos psiquiátricos o alteraciones del sueño.

    Guarda relación con la maduración sexual de los humanos; de hecho, en ellos la producción de Melatonina es alta hasta el inicio de la pubertad, teniendo lugar un gran descenso cuando ésta se ha producido. Además, en los animales fotoperiódicos, los que tienen sincronizado su ciclo reproductivo con las condiciones estacionales, la hormona es la encargada de transmitir la información de la longitud del día para sincronizar las funciones reproductoras.

    La Melatonina tiene un poderoso efecto antioxidante natural, que consigue mediante la eliminación de radicales libres de oxígeno en los diferentes tejidos y órganos. Como esto es una de las causas del deterioro y el envejecimiento del organismo, se cree, aunque no hay suficientes datos para afirmarlo rotundamente, que es un agente rejuvenecedor.

    En los humanos reduce el crecimiento de los tumores y prolonga la supervivencia, sobre todo en cánceres homonodependientes, tales como el de mama o el de ovario. Además, se comporta como un potente adyuvante en tratamientos antitumorales con agentes quimioterápicos.

    Por último, tiene una acción estimuladora del Sistema Inmunitario, que es el encargado de defendernos de las agresiones tanto externas como internas.

    No obstante todo lo dicho, no se conoce bien la importancia que todas estas acciones, y algunas otras que no se han mencionado, pueden tener para los seres vivos, sobre todo en el hombre. Así mismo, tampoco están muy desarrolladas las utilidades terapéuticas de la Melatonina, la que, por cierto, y sin entrar en mayores honduras, también es segregada por otros órganos además de por la pineal. Dejemos que el tiempo y los estudios científicos por venir nos desvelen la verdadera importancia que para los seres vivos tiene la epífisis.


Jesús Lorente Campos,
Médico especialista en Endocrinología, Metabolismo y Nutrición.

Cádiz 21/04/09.

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